jueves, 13 de junio de 2019

Se cumplen 62 años de esta carta de Perón al Teniente Coronel Mario Benito Ortega




Carta al Tte. Cnel. Dr. Mario B. Ortega 13 de junio de 1957

Escrito por Juan Domingo Perón.

Caracas, 13 de junio de 1957

Al Tte. Cnel. Dr. Mario B. Ortega.

Punta Pora

Mi querido amigo:

Contesto su carta del 26 de mayo que me llega en este momento. Le agradezco su amable recuerdo y su saludo que retribuyo con mi mayor afecto, esperando que podamos mantener enlace permanente como Usted me dice y pensando que mi gratitud por Usted será eterna en mi corazón. Yo nunca olvidaré lo que ustedes hicieron y sea cual sea la situación les guardaré un profundo e inextinguible agradecimiento.

No he podido conseguir la nueva dirección de Epifanio Méndez y desde España he perdido el contacto con él. Por eso, le ruego que si Usted tiene su domicilio me lo haga llegar. Desgraciadamente el correo no anda muy bien en ninguno de nuestros países, alterados hoy por toda clase de circunstancias y sometidos a una censura que no sólo retarda la correspondencia sino que se "pierden" la mitad de las cartas que luego aparecen en los diarios o en las Cancillerías extranjeras para moles¬tarnos. Por eso le mando una dirección mía, a nombre de otro.

Veo, por su carta, que las cosas no andan bien en el Paraguay, porque cuando "los hermanos se pelean, los devoran los de afuera" como dice Martín Fierro. Me causó una gran pena lo que ocurrió con Epifanio y no me causa una menor lo que ha pasado con Usted. El General ha cometido una gran injusticia y un gran error, tal vez mal aconsejado por gente interesada y metida en las pequeñas cosas de la política local, sin darse cuenta que lo importante es mantener un sólido bloque de gente honrada y leal, dispuesta ante todo a mantener la lucha contra el enemigo común. Estos errores se pagan muy caros cuando las circunstancias lo ponen a uno frente a lo irreparable, que es cuando recién se perciben los grandes errores.

Me causa, en cambio, una gran satisfacción al comprobar que su ánimo no decae y que los golpes, lejos de amilanarle, le infunden nuevos bríos para seguir la lucha. Así, como no nace el hombre que escapa a su destino, no debieran nacer los hombres que no tienen un ideal que defender. Hay que ser hombre de una causa para merecer la vida. Muchos grandes hombres pasan por la existencia desapercibidamente porque no tienen una razón de ser y muchos hombres comunes llegan a ser grandes sólo porque son hombres que viven para una causa que los engrandece. Servir a esa causa es lo único que ayuda a vivir, como la vida merece ser vivida. Nuestro exilio, las calumnias, la diatriba y el insulto, como las persecuciones, son tributos que siempre se rinden a un mérito o a un valor.

Varias veces he deseado escribirles desde que ustedes entraron en desgracia con el Gobierno pero ni siquiera sabía dónde andaban. A cinco mil kilómetros de distancia, pese a los aviones y a todo, las dificultades de comunicarse no son cosa simple, máxime cuando no se tienen datos más o menos precios. Con Epifanio, mientras estaba en España me fue fácil pero, cuando salió de allí ya lo perdí y no tuve más noticias de él. Espero que, tomado el contacto con Usted, me sea también posible comunicarme con él. Le ruego que le transmita un gran abrazo de mi parte y le diga que me escriba a mi dirección, que le ruego le comunique si le es posible.

Yo estoy aquí a sus órdenes y si necesitara cualquier cosa debe saber que me tiene a su disposición. Yo sé que en el exilio nada tiene uno en demasía y yo estoy en condiciones de hacerle llegar lo que Usted quiera, para lo cual yo me arreglaría con mi gente. Tenemos una organización interna e internacional eficiente y capaz de hacer cualquier cosa, en todos los países. Nuestros Comandos de Exilados funcionan a pesar de la persecución y otras medidas de los Gobiernos, cuando un peronista cae, surgen diez nuevos que quieren caer, si es preciso. Nosotros hoy somos invencibles: estamos organizados en el mundo entero y trabajamos, en una guerra sin cuartel y sin descanso contra la dictadura, en todas partes y en todo momento.

El tiempo, que trabaja para nosotros, de manera que esperamos, ayudando el tiempo. Esta escuela de sacrificio y de lucha es lo que necesitábamos para depurar y fortalecer el Movimiento. Ahora podemos decir que tenemos un mejor peronismo tanto en lo cualitativo, porque se ha depurado y, en lo cuantitativo, porque las canalladas de la canalla dictatorial, nos ha dado la ocasión de contar con un mayor número de peronistas decididos y luchadores. "Alea jacta est" y ahora, lo que queda por realizar es precisamente, ia consolidación. Esta vendrá con el aniquilamiento de la oligarquía que se ha de producir mediante la acción del Pueblo que hoy, purificado por el sufrimiento, está dispuesto a terminar físicamente con ella.

Lo que nos pasó a nosotros es simple: un Pueblo demasiado bien alimentado y de vida fácil, sólo tenía un ideal. El ideal es una fuerza que da continuidad en el esfuerzo pero no le da intensidad a la lucha. Esa intensidad sólo la da el odio y nosotros carecíamos de odio, porque todo lo hicimos por evolución. La dictadura se ha encargado ahora de darnos ese odio por toneladas. La lucha decisiva que se aproxima va a ser tremenda-mente intensa y de consecuencias aterradoras. Van a faltar árboles en la República... Cuando los intereses de la Nación, las aspiraciones del Pueblo y el estado anímico de las masas coinciden como ahora y, además, el odio enciende la hoguera de las pasiones, no hay poder humano capaz de impedir lo irreparable que se ha de producir.

Nosotros sabemos que la dictadura no puede aguantar mucho, pero no queremos hacer nada decisivo, menos aún un golpe de estado, que habría de romper la continuidad de lo que nosotros estamos realizando. Preferimos que el Pueblo sufra todo lo que debe sufrir para que reaccione por sí. Darle conquistas a un Pueblo que no las sabe defender es perder lastimosamente el tiempo. Los pueblos que no saben defender por sí sus derechos y su libertad, merecen la esclavitud. Si yo, por arte de un sortilegio, pudiera arreglarle hoy la situación al Pueblo Argentino, no lo haría, porque estoy persuadido que le haría el más flaco servicio. Nuestras organizaciones clandestinas saben bien que el camino que conduce a la libertad y a la felicidad, pasan siempre por el sacrificio y desean que, ese sacrificio se realice. Ño quieren que las Fuerzas Armadas hagan nada por él, porque desea que el Pueblo no es quien la defiende y la impone por ¿a lucha si es preciso.

Para nosotros, que tenemos objetivos a largo plazo y una misión a cumplir, el tiempo cuenta sólo secundariamente. Lo haremos dentro de un mes, o de un año, o de cinco, pero lo haremos irremisiblemente.' No nos hemos organizado para un golpe de estado más o menos intrascendente, sino para una revolución justicialista con todas sus consecuencias y hacia ella marchamos decididos y firmes. Llegaremos, de eso no tenemos la menor duda. No luchamos por alcanzar el poder ni para defender a unos cuantos dirigentes, sino para devolver al Pueblo Argentino todo lo que éstos le han quitado y extender el justicialismo hasta su última consecuencia, aunque para ello debamos sacrificar a toda la oligarquía y las fuerzas pretorianas que hasta ahora la han amparado. Lo nuestro es definitivo y como todo lo definitivo, no admite términos medios, ni medidas aleatorias.

Termino, querido Mario, esta carta, que ya se ha hecho demasiado larga, repitiéndole que me tiene a sus órdenes para todo y que si alguna necesidad le aflige, usted tiene aquí a su amigo,

que tendrá un honor y experimentará un gran placer en serle útil de cualquier manera que sea.

Saludo para los compañeros paraguayos y amigos de siempre. No olvide que, entre los insignes honores que tengo, quizá el que más me enorgullece, es ser su compatriota. Todavía viajo y estaciono en estos países con el pasaporte que usted me extendió allí como ciudadano honorario del Paraguay y que no pienso ya cambiarlo en mi vida, sino renovarlo cuando termine su vigencia de dos años que tiene.

Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.

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