"El conductor, en cualquiera de sus aspectos, es
siempre un hombre que no sólo ha cultivado la capacidad de acción, sino también
los valores morales que le dan la autoridad que necesita para conducir. La
conducción de la clase trabajadora no es un mero acto administrativo sino que
es, precisamente, la aplicación de los principios orgánicos y de acción que
rigen la actividad de los hombres que están destinados a realizar algo por el
país y por la clase trabajadora. Es inútil la charlatanería de los que
normalmente están siempre en contra de la realidad y de la verdad, de esos
teóricos o especuladores que abundan como excrecencias malditas en todas las
organizaciones de la vida. Señores: durante los últimos treinta años hemos
observado en nuestras organizaciones sindicales la presencia de muchos de estos
falsos apóstoles, que han ido quedando en el camino despreciados y vilipendiados
como lo merecieron. No se improvisan los dirigentes cuyos valores morales e
intelectuales los capacitan para la conducción. Los que llegan a ella es porque
tienen valores reales, y quienes los discuten son, precisamente, aquellos que
en tos hechos y en la acción de todos los días no han sido capaces de demostrar
semejantes valores". (Cf. Juan D. Perón, Clase magistral del 30 de abril
de 1974 en la Confederación General del Trabajo, en Mensajes de abril a junio
de 1974, S. P. y D., Buenos Aires, 1974, pág. 72).
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