«Queridos scouts católicos:
Con este torneo de agrupaciones que tendrá lugar inmediatamente cierra la Unión Scout
Católicos Argentinos su V Semana Scout dedicada al Eminentísimo Cardenal Primado en sus bodas
de plata episcopales.
En un gesto altamente generoso S.E. ha donado los dos premios principales que se disputan
hoy y que nos obligan a aclamarlo con el cariñoso nombre de cardenal de los scouts. Al amparo de
sus sagrada púrpura sobre este incipiente movimiento de nuestra patria, nuestro Eminentísimo
Cardenal continua la tradición de la jerarquía eclesiástica que ya por los romanos pontífices
Benedicto XV, Pío XI y Pío XII gloriosamente reinante, ya por otros príncipes y prelados de la
Iglesia, ha bendecido este movimiento.
Me vais a permitir que aproveche la presente ocasión para reafirmar los principios que
determinan nuestro movimiento y que están suficientemente encerrados en nuestro nombre de
scouts católicos argentinos.
Nos llamamos scouts y aunque pueda parecer inapropiado este vocablo ingles, lo
adoptamos por que ha adquirido categoría universal para dar nombre al magnifico movimiento
fundado por Baden Pawell. Es verdad que la palabra castellana explorador traduce gramaticalmente
dicho concepto, pero en nuestro medio se ha usado para caracterizar movimientos, muy respetables
sin duda, pero extraños al auténtico scoutismo de Baden Powell, propagando universalmente.
Quizás fuera solución emplear como en algunos países de habla española el vocablo castellano
scoutismo o esculta que viene del latín y que significa explorador. Pero esta voluntad nuestra de
adoptar íntegramente el movimiento de Baden Powell con el sistema de patrullas, la ley Scout, la
divisa y especialidades nos obliga a definirnos en el nombre para evitar todo equivoco y nada mejor
entonces que adoptar el nombre inconfundible y universal de scouts.
¿En que consiste el scoutismo? Un ilustre filosofo. Mons. Bruno Solages, rector del
Instituto Católico de Tolosa, lo define como una empresa para captar y educar las fuerzas del
ensueño que brotan en el niño. El scoutismo es un gran juego, pero para educar por el juego debió
primero realizar la educación del juego.
Y siguen las palabras de Mons. Solages:
He aquí por que fue organizada la vida en las matas, con su ley y su ideal. Fue en parte,
tomando el ejemplo de lo que hizo la Iglesia en la Edad media, cuando quiso refrenar el terrible
juego de guerra entre los hidalgos de esa época.: en aquel entonces fue instituida la caballería,
movimiento que puede juzgarse antecesor del scoutismo. Este, en cambio, se inició solo el día en
que la vida de la patrulla recibió su ley y los scouts surgieron con la promesa de observarla. Es la
ley de la iniciativa y la habilidad: El scout debe estar siempre listo para enfrentar a cada instante,
todas las dificultades que puedan surgir en la vida de patrulla. Pero sobre todo es la ley del servir:
los scouts se ayudan, se apuntalan, se sostienen mutuamente en la vida emuladora del campamento,
ya para armar carpas, ya para buscar leña, ya para preparar la comida o para organizar un adecuado
servicio de vigilancia. El verdadero scout nunca se acuesta sin haber practicado por lo menos una
buena acción.
Todo el esfuerzo educativo del scoutismo debe, pues, consistir en hacer de la ley de servir,
la gran ley del juego, la gran ley de la ciencia del bosque, la gran ley del honor, identificada a tal
punto con el scoutismo, que cualquier Scout, llegaría a avergonzarse si ostentara su divisa sin
practicar la ley. Por este lado el scoutismo tiende a emparentarse con el espíritu de caballería.
He aquí la razón por la cual el scoutismo, con toda facilidad, forma jefes aun cuando este
no sea su objetivo principal. Quien es leal, quien sabe salir de un apuro, quien esta siempre listo
para servir, reúne las mejores condiciones para asumir responsabilidades, es la persona preparada
para el mando, ya que mandar significa ante todo servir. Y en efecto el scoutismo se torna ante todo
escuela de jefes debido a que muchos de sus miembros, desde el más subalterno al más graduado
ofrece continuas ocasiones para ejercer autoridad. Tan es así, que a los jefes y subjefes de patrulla
incumbe siempre, a pesar de su poca edad, una gran parte de la responsabilidad del educador.
El scoutismo es entonces un movimiento con valor propio que quiere contribuir a la
educación del muchacho utilizando y disciplinando su vida de ensueño, de aventura, y su espíritu de
barra en un gran juego. El scoutismo no puede entonces substituirse por ejercicios regimentados o
no puede convertirse en un exhibicionismo de pequeños soldados: por que aunque utilice recursos
gimnásticos, militares o campistas, los armoniza para un fin superior de educación, que
complementa la obra educativa del hogar, de la escuela y de la parroquia, para que el niño jugando
adquiera el hábito de estar listo para servir a Dios, a la Iglesia y a la Patria y de servir al prójimo en
toda circunstancia.
Esto es el scoutismo y por esto nosotros somos y nos queremos llamar scouts. Pero scouts
católicos. Por eso sostenemos que el programa Scout no puede cumplirse sin deformaciones sino lo
penetra intima y profundamente el espíritu sobrenatural de la Iglesia. De aquí que sostengamos
como condición necesaria de una agrupación Scout que tenga un padre capellán que sea en ella
como la garantía de la vida religiosa y moral, que el maestro scout y sus ayudantes sean católicos
prácticos, preferentemente socios de la Acción Católica, con alma de apóstoles, que el jefe de
patrulla posea sentido de su misión de apóstol entre los scouts de su patrulla. En suma, que
Jesucristo nuestro Señor sea en verdad reconocido, amado y vivido como el Gran Jefe de los scouts.
Repudiamos entonces el scoutismo laico que se fundó hace treinta años para alejar del
cumplimento del precepto dominical a nuestros muchachos, y que ahora ante el fracaso evidente
del laicismo organiza Misas de campaña, bendiciones de bandera y busca para ampararse el
acercamiento de agrupaciones católicas. No. En nuestro país católico, el scoutismo de nuestros
muchachos católicos debe estar profundamente penetrado por el espíritu sobrenatural de la Iglesia
Católica. Si no fuera así lo repudiamos con todas las fuerzas de nuestra alma.
Por sin, somos scouts católicos argentinos. Es decir, que en este movimiento universal que
es el scoutismo y que nosotros queremos vivir como católicos, queremos también vivirlo como
argentinos. Y en esta palabra argentinos, no encerramos un concepto sentimental sino un contenido
profundamente identificado con el destino del país, que es una unidad económica, cultural y
espiritual, soberana, dueña de su propio destino, entroncada en la tradición hispánica, y con
vocación de singular grandeza entre los pueblos hermanos de América.
Cada scout católico hace suyas en este momento solemne de la patria las palabras del gran
capitán del ejercito de los Andes: «si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de
faltar, cuando se acaben los vestidos nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajen nuestras
mujeres, y sino andaremos desnudos como nuestros paisanos los indios. Somos libres y lo demás no
importa».
Queridos scouts católicos argentinos: Vivid en vuestras agrupaciones el ideal preconizado
por la Unión Scouts Católicos Argentinos. La Iglesia y la Patria necesitan varones esforzados,
leales, fuertes, veraces, puros, que por su espíritu de iniciativa, de trabajo, de colaboración, sean
jefes... Jefes que guíen a sus hermanos en la pista de la vida presente, haciendo amable y hermosa la
convivencia humana, cualquiera sea la vocación de cada uno de los destinos de la Patria... Jefes
que a través de la vida presente con el ejemplo de una vida cristiana, hondamente vivida, con la
protección de Nuestra Señora de los Scouts, guíen a sus hermanos, en la pista que conduce al
campamento de Nuestro Gran Jefe, Cristo Jesús.
Julio R. Menvielle
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